sábado, 23 de mayo de 2015

Mi mascota.

Hace ya más de ocho meses, me compre una mascota. Llevaba años soñando con pasar las tardes jugando con ella. Creedme cuando digo que era el gran sueño de mi vida. Poder disfrutar de cada segundo junto a ella, poder decirle a todos mis amigos lo maravillosa que es y que mi familia se sintiera orgullosa por lo bien que la cuido. No quiero que os confundáis, esto es así, amo a mi mascota. Pero no todo es de color rosa.

¿Tenéis mascota? ¿A quién no le gustan las mascotas? Pero… Son muchas las horas que hay que dedicar a cuidarla. Estar pendiente de que nunca le falte nada. Alimentarla, limpiarla, llevarla de paseo y a que conozca nuevos lugar y se relacione, etc. Y aun así te da mucha felicidad. No se cómo serán el resto de mascotas pero lo mía lleva 8 increíbles meses regalándome emociones. Algunas de estas emociones son difícil de digerir, como por ejemplo la ansiedad que se siente cuando no puedes dormir porque ella no te deja. Siempre en su incesante empeño por querer jugar contigo, o a veces, porque se encuentra enferma y necesitas estar ahí cuidándola. Pero también hay emociones fascinantes; la alegría cuando le enseñas un nuevo truco, cuando te sientes triste y ella viene a consolarte, cuando la gente te envidia por lo “chula” que es tu mascota… y también algo muy importante es la de gente increíble que llegas a conocer. Literalmente te abre la mente. Ves la vida de otro modo a como solías hacerlo.

Pasear por la calle con tu mascota es algo único, vas fijándote en todas las cosas que ella hace, en como realmente está cambiando tu vida. Te cambia tanto que incluso cuando no está presente no dejas de pensar en ella. Pero mi mascota insisto, es especial. Desde que la tengo nunca he vuelto a comer a una hora normal. Me he tenido que adaptar a sus extrañas exigencias. Dormir muy poco, almorzar como por ejemplo lo he hecho hoy, a las 5 de la tarde (cuando comes, a veces no te deja ni tiempo), cenar cualquier cosa rápidamente y a seguir dedicándole tiempo. Y a pesar de todos los sacrificios a veces no contenta con ello me exige más, y cuando no, te araña o te ladra. Es muy desagradable poner toda tu alma, todo tu empeño en lo que haces y que lo único que recibas sea un ladrido o derivados. Agotador seria la palabra para describirlo. Pero lo más curioso de todo esto, es que a pesar de que todo a mí alrededor se ha transformado, desde que empecé esta aventura he recibido innumerables de alegrías. Incluso en esa noche que no puedes dormir he encontrado la manera de reírme. Y eso es porque estoy con ella y con todas las personas que he conocido. Siempre hay algo que te saca una sonrisa y te recuerda porque haces esto. Hay días que ladra y muerde, pero hay otros muchísimos días que me enseña y me ayuda a ver las maravillas que este mundo esconde.

En definitiva, mi mascota es sin duda una de las más complicadas que hay en el mundo, difícil como ninguna y sobretodo exigente. En el fondo sé que ella me quiere, tanto que se empeña en que me dedique exclusivamente a ella. Cuidar a mi mascota implica romper drásticamente con tu reloj biológico, dejar de lado tu vida social y aprender a aceptar las críticas incluso cuando parece que el único propósito de estas es derrumbarte.

Por todo ello les dedico esta entrada a todas las personas que junto conmigo llevan más de 8 meses cuidando, o más bien haciendo esta alocada y tan curiosa carrera. Casi todo un año dedicado exclusivamente por y para la Arquitectura. Y es que estudiar arquitectura es como tener un mascota a la que le tienes que dedicar todo pero por otra parte te lo puede dar todo.

PD: SI TE GUSTA NUESTRO BLOG, COMPARTELO. Gracias.

2 comentarios:

  1. Original la comparación.
    Me gusta.
    Un beso.
    P.D.: por si no me identificas, soy ti tía Xelo.

    ResponderEliminar
  2. Espera a tener hij@s...jeje
    Lob importante es que estas estudiando lo que te gusta

    ResponderEliminar